martes, 20 de octubre de 2009

Las Aflicciones del Cristiano - 5º Parte

Quinta Parte: El corazón de Dios para con el caído.

Juan 11:28-37
“Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
Jesús lloró.
Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?”

¿Por qué lloro Jesús?

No lo hizo porque Lázaro estuviese muerto, como dijeron los judíos.
En este punto del relato está claramente establecido que Jesús sabía perfectamente que iba a resucitar a Lázaro, que su muerte habría de ser para glorificar a Dios y que en sólo unos instantes más todo el luto se transformaría en asombro y celebración.
Por lo anterior, no tiene sentido pensar que lloraba por la muerte de Lázaro.

Jesús lloró al ver a María llorar.
Me imagino que Jesús vio esas lágrimas y, en su omnisciencia, pudo ver todo el valle de sufrimiento que su amada amiga y discípula María había tenido que atravesar.
Me es de gran consuelo ver esta reacción en el Maestro.
En este versículo tan corto, Jesús nos está diciendo mucho acerca del corazón de Dios para con el caído.
Él se compadece de nosotros; Él llora junto a nosotros aún sabiendo que pronto el llanto se convertirá en alegría; Él no se alegra de nuestro sufrimiento.
Él sabe que es necesario que pasemos por aflicciones; sabe que es necesario que atravesemos desiertos emocionales.
Pero Él es siempre fiel. Siempre está con nosotros. Nos sostiene y sabe que ninguna lágrima que derramen los suyos será en vano.
Él llora con los que lloran.

Bien dice la Palabra de Dios:

Hebreos 4:15-16
“Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.
Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos”.

Jesús no señala con el dedo. Él no lanza “la primera piedra”.
Jesús sana y restaura.
Él es nuestro Buen Pastor y nosotros sus ovejas.

Continúe leyendo la Sexta Parte de este mensaje.

Saludos y bendiciones,
Blog Predica la Palabra

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