martes, 20 de octubre de 2009

Las Aflicciones del Cristiano - 4º Parte

Cuarta Parte: Desilusión y Promesa.

Juan 11:17-27
“Vino, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.
Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Más también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.

Finalmente, aparece Jesús en Betania. Marta sale a recibirle en cuanto oyó la noticia y lo primero que hizo fue dejar salir por su boca lo que le estaba llenando el corazón: “Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”.

“¡Oh, Señor, si tan sólo hubieses hecho esto o lo otro! ¡Si tan sólo me hubieses dado lo que te pedía! ¡Oh Señor, tú podrías haberme ahorrado tanto sufrimiento! ¡Ahora es demasiado tarde!”

Sin embargo, aún quedaba la convicción en Marta que cuanto Jesús le pidiera al Padre, el Padre se lo daría.
Esto nos muestra otra característica de la caída de la fe: no dudamos de la existencia de Dios, no dudamos de su poder, ni siquiera dudamos de que Dios no pueda ser bueno con otros y concederles sus peticiones. De lo que estamos completamente seguros es que Dios no quiere nada con nosotros.
Ahora Jesús va más allá en su revelación de la obra que está a punto de hacer y le dice claramente a Marta que Lázaro va a resucitar. Esta vez es Marta la que no entiende una palabra de lo que el Señor le dijo. Ante lo cual Jesús la confronta a hacer una declaración de fe:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”

En otras palabras, Jesús le dice a Marta: “Marta, yo tengo el poder de devolverle la vida a tu hermano, pero… ¿Vas a creer en mí de una vez por todas?”

¿Dónde está María cuando todo esto sucede?

El relato nos cuenta que ella se quedo en casa. No quiso ni siquiera salir a recibir al Señor.
Al menos, Marta salió a pedirle una explicación, pero María ni siquiera eso.
Ella no quiere verlo, está demasiado dolida. Ella había sido la que había escogido “la mejor parte”, la que conocía más íntimamente al Señor y, por lo mismo, la que más esperaba de Él en esta situación.

¿Te has sentido tan abatido alguna vez que ni ganas te dan de buscar al Señor? ¿Cuántas veces has llegado a ese punto en el cual te sientes tan decepcionado por las circunstancias que le dices adiós a Dios?
¿Has tenido la idea de que mientras más buscas al Señor, peor te va en la vida, atraviesas por más pruebas y aflicciones y que, a fin de cuentas, no vale la pena el sacrificio?

En este punto del mensaje, ¿me creerías si te dijera que Dios está pensando glorificarse en tus aflicciones presentes y futuras? ¿Crees que Dios es galardonador de los que le buscan y que tu esfuerzo de buscarle no es en vano?

Continue Leyendo la Quinta Parte de este mensaje.

Saludos y bendiciones,
Blog Predica la Palabra

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