jueves, 11 de febrero de 2010

LA AUTORIDAD DE UN PASTOR

Tomado de http://institutointerglobal.org/liderazgo/734-la-autoridad-de-un-pastor

"Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros," dijo Jesús, y añadió: "que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor." (Marcos 10.42-43)

Con estas palabras Jesús nos está indicando que un sistema de gobierno totalmente diferente al que emplea el mundo debe de permanecer entre los cristianos. La autoridad entre los cristianos no se deriva del mismo origen de la autoridad del mundo, ni se debe de practicar de la misma forma. El mundo ve la autoridad como uno sobre otro, como la estructura militar de mando, como una jerarquía en el mundo de los negocios, o el sistema de gobierno. Esto es como debe de ser. Incitado por la competitividad creada por la Caída, y enfrentado con la rebelión y crueldad de la naturaleza humana pecadora, el mundo no podría funcionar sin el uso de estructuras de mandato y decisiones ejecutivas.

Pero como Jesús deja cuidadosamente dicho,"no será así entre vosotros". Los discípulos siempre están en una relación diferente los unos con los otros, en contraste con los mundanos. Los cristianos son hermanos y hermanas, hijos del mismo Padre y miembros los unos de los otros. Jesús lo aclaró muy bien en Mateo 23.8: "Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos."

Durante veinte siglos la iglesia ha ignorado estas palabras. Posiblemente con la mejor de las intenciones, sin embargo, en repetidas ocasiones ha tomado en préstamo, en su totalidad, las estructuras de autoridad del mundo, cambiando los nombres de lo ejecutivos de reyes, generales, capitanes, presidentes, gobernadores, secretarios, cabezas y jefes a papas, patriarcas, obispos, administradores, diáconos, pastores y ancianos, siguiendo felizmente en su camino, enseñoreándose sobre los hermanos, y de tal forma destruyendo el modelo de servidumbre, lo cual eran las intenciones de nuestro Señor. Los cristianos han olvidado tan totalmente las palabras de Jesús, que tienen que poner en práctica con frecuencia el patrón mundano de gobernar, sin siguiera cambiar los nombres, y han hecho funcionar iglesias, misiones, organizaciones juveniles, escuelas, universidades y seminarios, todo en el nombre de Jesucristo, pero con presidentes, directores, superintendentes, administradores, regentes y jefes, que de ninguna manera se diferencian de las correspondientes estructuras seculares.

Posiblemente ya es muy tarde para alterar las muchas estructuras comúnmente llamadas "para-iglesia" o "quasi-iglesia", pero ciertamente las palabras de Jesús no deben de ser ignoradas en la adoración y funciones de entrenamiento dentro de la misma iglesia. En algún lugar, seguramente, las palabras de Jesús: "no será así entre vosotros..." deben de encontrar su efecto. Sin embargo, en la mayoría de las iglesias hoy día, sin pensarlo, se ha aceptado la idea de que el pastor tiene la voz final y cantante en autoridad, en cuanto se refiere a la doctrina y práctica, y que en cuanto a administración, él es el oficial ejecutivo de la iglesia. Pero ciertamente, si el papa sobre la iglesia no es bueno, un papa en cada iglesia no es nada mejor.

Está bien claro en las escrituras que los apóstoles estaban preocupados en cuanto al peligro de promover jefes eclesiásticos. En 2a. Corintios 1.24, Pablo recuerda a la iglesia de Corinto acerca de su propia autoridad apostólica, "...no que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo...". En la misma carta él describe, con una desaprobación bastante aparente, como reaccionan los corintos de ciertos líderes entre ellos: "Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas." (2 Cor. 11.20).

Pedro también tiene cuidado en advertir a los ancianos, (y él se incluye entre ellos ["Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo también anciano con ellos"]), no gobernar "como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos a la grey" (I Pedro 5.1,3). Y Juan habla con palabras duras acerca de Diótrefes, "al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe...y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia" (3 Juan 9,10). Estos ejemplos de jefes de la iglesia del primer siglo nos indican qué fácilmente las iglesias de entonces, (como las del siglo 20) ignoraban las palabras de Jesús, "no será así entre vosotros."

Pero si la iglesia no imitara al mundo en este asunto, ¿entonces qué debe de hacer? El liderazgo ciertamente debe de ejercitarse dentro de la iglesia y debe de haber cierta forma de autoridad. ¿Que deberá ser? Esta pregunta tiene la contestación en las palabras de Jesús: "Uno es vuestro Maestro". Por mucho tiempo las iglesias se han comportado como si Jesús estuviera muy lejos, allá en el cielo, y ha dejado que los líderes de las iglesias tomen sus propias decisiones y dar curso a sus propios asuntos. Pero Jesús mismo les aseguró, al darles la Gran Comisión, "He aquí que yo estaré con vosotros siempre..." y en Mateo 18.20 reiteró: "porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." Ciertamente esto indica que El está presente, no solo en la iglesia universal, sino que también en toda iglesia local. Así es que Jesús mismo es quién tiene la autoridad suprema en cada cuerpo de creyentes, y El está totalmente preparado para ejercitar Su autoridad mediante el instrumento que El mismo ordenó -- los ancianos.

La tarea de los ancianos no es la de manejar la iglesia por sí mismos, sino determinar como el Señor en medio de ellos desea que la iglesia sea dirigida. Mucho de esto El ya ha revelado por medio de las escrituras, las cuales describen cómo se imparten y se ejecutan los dones espirituales, la disponibilidad del poder de la resurrección y la responsabilidad de los creyentes de sobrellevar los unos las cargas de los otros (Gálatas 6.2), confesar los pecados unos a otros, enseñar, amonestar, corregir, [instruir en justicia (2 Tim. 3.16)] y testificar a y servir a las necesidades de un mundo adolorido.

En las decisiones que la iglesia confronta día tras día, los ancianos deben de buscar y encontrar la mente del Señor por medio de una unanimidad, sin coercer, alcanzada después de una discusión bíblicamente relacionada. Así es que la autoridad suprema, aun en asuntos prácticos, está investida en el Señor y en ninguno más. Esto es lo que el libro de los Hechos revela en su descripción de las acciones iniciativas del Espíritu Santo, quién obviamente planeó la estrategia evangelizadora de la iglesia primitiva (capítulos 8,13, etc. de Hechos). Los ancianos buscaron la mente del Espíritu y cuando era totalmente claro, actuaron en unanimidad de pensamiento y propósito. "Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias" (Hechos 15.28). Así es que la autoridad no era de los hombres, sino de Dios, y fue expresada, no por hombres, actuando como individuos, sino colectivamente, en un acuerdo unánime de hombres a los cuales el Espíritu Santo había dirigido a ser ancianos (Hechos 20.28). "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor..."

El punto es este: Ningún hombre solo es la expresión de la mente del Espíritu Santo. Ningún individuo tiene autoridad de Dios de dirigir los asuntos de la iglesia. Una pluralidad de ancianos es necesaria como salvaguardia de la tendencia tan humana de jugar a ser Dios sobre otras personas. Aun así, la autoridad ejercitada no es para dominar o arbitrariamente decretar sobre cualquier otro. La habilidad del siervo para influenciar a cualquier persona, no descansa en dar órdenes, más bien obtener el consentimiento voluntario. Esta es la naturaleza de toda la autoridad entre cristianos ¡aun la autoridad del mismo Señor! El no fuerza nuestra obediencia, pues la obtiene mediante el amor, expresada ya sea en disciplina circunstancial o por el despertar en gratitud al suplir nuestras desesperadas necesidades.

La verdadera autoridad de los ancianos y de otros líderes en la iglesia, es entonces de respeto, avivado por su amoroso y piadoso ejemplo. Esta es la fuerza de dos versículos, los cuales se citan con frecuencia por aquellos que se adjudican autoridad única de pastores sobre los miembros de la iglesia. El primero se encuentra en 1 Tes. 5.12-13, "Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra." La frase clave es: "y os presiden en el Señor". La palabra griega aquí usada es "prohistamenous" y aunque se ha traducido "os presiden", esta palabra no contiene ninguna implicación de tener autoridad sobre otro. En la versión de "The New English Bible" está más propiamente traducida: "...y en el compañerismo en el Señor están sus líderes y consejeros". El significado de la palabra es "ante vosotros", no de enseñorearse de ellos. Es la palabra común para liderazgo. Los líderes pueden dirigir, solo si ellos pueden persuadir a algunos a seguir.

Otro versículo que se usa para respaldar autoridad de comando se encuentra en Hebreos 13.17, "Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta". El imperativo traducido "obedeced" viene de la palabra "peitho", de persuadir. Según se usa aquí, el léxico de Thayer da su significado como "permitirse uno mismo a ser persuadido." Otra vez no hay indicación de un derecho de mandar a alguien en contra de su voluntad, pero el sentido es claro que los líderes son los persuadores, que su habilidad de persuadir surge, no de palabras convincentes o de una personalidad dominante, sino de un correcto comportamiento que produce respeto. En esta encrucijada algunos serán tentados a decir: "¿Y qué más da?". Después de todo, el modelo de comando de autoridad está ampliamente establecido para alterarlo ahora, y además, parece que muchas iglesias están funcionando bien tal y como está; ¿por qué tratar de cambiarlo ahora?


Para responder considere lo siguiente:

1. La Biblia indica que cualquier desviación del plan divino inevitablemente produce debilidad, división, contiendas, aumenta la falta de fruto y al final, muerte. El bajo estado presente de muchas iglesias es testimonio al hecho de ignorar, durante un gran período de tiempo, la manera en que Dios obra.

2. Una estructura de comando de autoridad en la iglesia, priva al mundo de cualquier modelo o demostración de una manera diferente de vivir a la que ya está viviendo. El mundo no ve diferencia en la iglesia, y no ve la razón por la cual ha de cambiar y creer.

3. Una estructura de comando de autoridad, inevitablemente produce resentimiento, represión, explotación, y finalmente, rebelión. Es la ley, que la escritura nos asegura que nosotros nunca podremos redimir o restaurar, por la cual tiene que, por su propia naturaleza, condenar y reprobar.

4. El deseo del Señor Jesús de demostrar al mundo una forma completamente nueva de autoridad que es consistente con la gracia, no la ley, y que es nulificada por la estructura de comando entre cristianos, y el evangelio de morir-para-vivir es negado aun antes de ser proclamado. Esto quiere decir que Dios es robado de Su gloria y distorsionado ante un mundo vigilante. ¡Nada puede ser más serio que esto!

Admitimos que un llamado a un cambio de esta naturaleza es radical, incluso revolucionario. Pero ¿desde cuándo fue llamada la iglesia a ser una sociedad conformista? ¿No es tiempo de que ya tomemos seriamente las palabras del Señor: "no será así entre vosotros"?

Este artículo fue escrito por Ray C. Stedman en 1976
para su publicación en MOODY MONTHLY.
Ha sido trascrito para su edificación y deleite por DISCOVERY PUBLISHING,
un ministerio de la Iglesia Bíblica de la Península, Palo Alto, California.
Traducción: Apolos Garza Marroquín

--- Fin del Artículo ---

Saludos y bendiciones,
Blog Predica la Palabra

martes, 9 de febrero de 2010

¿HAY APÓSTOLES EN LA IGLESIA DE HOY?

Tomado de http://www.biblia.com/pdf/apostoles.pdf

Supongamos que usted asiste a una iglesia; tiene un pastor o una pastora o varios pastores. Un día su líder decide asistir a un retiro de pastores en una mega-iglesia. Regresa expresando el cambio espiritual y la renovación que experimentó. De repente, el universo eclesiástico cambia dramáticamente. Ahora empieza a hablar del “Ministerio Quíntuple” y, especialmente, sobre el nuevo apostolado que el Señor le ha regalado a la iglesia. Reclama que el Espíritu le ha mostrado que su iglesia debe estar bajo la “cobertura” de un apóstol sin la cual no experimentará la bendición del Señor.

Su pastor ahora dice que Dios está restaurando la estructura de la iglesia mundial según Efesios 2:20. En pocas palabras, si su iglesia no está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas actuales, no experimentará fruto espiritual. El nuevo apóstol de la iglesia local aparece al poco tiempo y promete toda una serie de bendiciones, renovación, familias restauradas, templos llenos, el mundo convertido, y – por supuesto – prosperidad. ¡Todo siempre y cuando la iglesia esté sometida a la autoridad del apóstol!
Cualquiera cosa que falta en su iglesia local, la presencia de un apóstol la atenderá.

La cuestión fundamental es: ¿Quién decide si hay apóstoles hoy en día?
Estamos de acuerdo con la declaración de Pablo en 1 Corintios 12:11, que al Espíritu Santo le corresponde tal decisión.
Además, entendemos que el Espíritu opera según su propia Palabra, la Biblia.
Es preocupante que famoso apóstol centroamericano una vez dijera, "Los demás estudian la teología; ¡yo atiendo al Espíritu Santo!" ¿No cree que el mismo Espíritu nos regaló la Biblia para aprender de sus caminos? El único Espíritu nos dirige e inspiró los Hechos y las cartas de Pablo para guiarnos.

Pensemos en las preguntas más comunes que se hacen con respecto a este tema del apostolado:


Empecemos con, ¿qué significa la palabra "apóstol" en la Escritura?

En el griego koinē, el idioma en que originalmente se escribió el Nuevo Testamento, se nos presentan dos palabras. En 83 oportunidades se presenta apóstolos (apóstol) y en 4 oportunidades se nos habla de apostolé (apostolado). Un "apóstol" denota la persona, mientras "apostolado" indica el oficio. "Enviar" (apostellō) es el verbo detrás de "apóstol"; es decir, los apóstoles predicaron el evangelio como "viajeros" o "enviados".


¿Eran Doce apóstoles o había más?

Cristo escogió a Doce para servir como sus enviados especiales; probablemente representaban las Doce Tribus de Israel. Con la muerte de Judas, los demás siguieron el consejo del Antiguo Testamento y oraron; luego "la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles" (Hechos 1:14-26). El libro de Los Hechos no da ninguna indicación de que la selección de Matías fuera un error ni de que Pablo debiera ser el decimosegundo. Igualmente, no hay ninguna referencia sobre reemplazar a aquellos que iban muriendo, por ejemplo, Jacobo en Hechos 12:2. Además, la visión de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21:14 implica que el número Doce era fijo.

Cuando Pablo reclamó que era Apóstol, se consideró a sí mismo "…por último, como a un abortivo…" (1 Corintios 15:8), o sea, no como uno de los Doce. Ahora sí había unas personas quienes se llamaban apóstoles, probablemente en el sentido más genérico de "enviado": por ejemplo, Andrónico y Junias en Romanos 16:7; Tito y ciertos hermanos en 2 Corintios 8:23; Bernabé en Hechos 14:14. Ellos no fueron escritores del Nuevo Testamento, ni tuvieron autoridad apostólica sobre redes de iglesias. Más bien, fueron enviados o pioneros del evangelio. Para captar el uso de los términos, podemos hablar de los Doce Apóstoles (en mayúscula), más Pablo como el Último, más una cantidad de "apóstoles" (en minúscula).

¿Cuáles son las características de un Apóstol (en mayúscula)?

Primero, la mejor definición del Apóstol (los Doce más Pablo el "abortivo") se encuentra en Hechos 1:21-22 – "Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho con nosotros testigo de su resurrección."

Segundo, Pablo enfatiza que el Apóstol verdadero hace milagros (2 Corintios 12:10). Como Hechos 1, Pablo también afirma que los Apóstoles han visto al Señor resucitado (1 Corintios 9:1). Podemos entonces concluir de la Biblia esta definición: Un Apóstol es un enviado especial de Cristo, el cual tiene un llamado directo y un don específico; es testigo ocular de la resurrección; se dedica a transmitir la doctrina de Dios. También, se puede ver que, un Apóstol predica; hace milagros; es pionero; sufre mucho; es ambulante (viajero). Es el llamado por Dios y el don es dotado por el Espíritu.

Según lo que anteriormente vimos sobre la descripción de un Apóstol, ¿qué contraste vemos con los apóstoles de hoy en día?

C. Peter Wagner de la Coalición Internacional de Apóstoles (ICA), ha sido un impulsador muy formativo en esta área del movimiento neo-apostólico. Wagner dice que Efesios 4:11 habla del Ministerio Quíntuple, el cual es necesario para edificar la iglesia de hoy. Wagner define un apóstol como "un líder cristiano dotado, enseñado, comisionado y enviado por Dios, con la autoridad para establecer el gobierno fundacional de la Iglesia dentro de una esfera asignada de ministerio, a través de oír lo que el Espíritu Santo está diciendo a las iglesias, y a través de disponer las cosas en el orden necesario para el crecimiento y la maduración de la Iglesia".1
También ha definido el don como la "capacidad de…asumir y ejercer liderazgo sobre un cierto número de iglesias con una autoridad extraordinaria en asuntos espirituales..."
En otro lugar, Wagner dice que él había decido no incluir en su definición estos tres puntos bíblicos: señales y milagros, ver a Jesús cara a cara y plantar iglesias. 

A nuestro parecer es un poco extraño que él redefina "apóstol", eliminando las características que Pablo solía enfatizar y la única característica que ambos, Pedro y Pablo, subrayaron – ser testigo ocular del Cristo resucitado.
También, Wagner no cree que los apóstoles modernos deban revelar nuevas doctrinas; no habla de sufrimiento ni de ser viajeros. Pero, "apóstol" por definición significa "enviado" – no enviado a conferencias, ni para ser pastor de una mega-iglesia, sino a lugares sin una presencia evangélica para hacer el trabajo duro de Dios.

Entonces, ¿por qué llamar a una persona "apóstol", si no hace nada especialmente relacionado con los Apóstoles ni siquiera, se debe mencionar, con aquellos "apóstoles" en minúscula, como Andrónico y Junias? Parece que la intención de algunos que se autoproclaman apóstoles es convertirse en los líderes de todas las iglesias.
Estos apóstoles creen que las denominaciones son cosa del pasado y que todas las iglesias deben someterse a ellos. Un famoso apóstol, por ejemplo, dice que no habrá avivamiento en nuestro país hasta que todos los pastores de este país se sometan a su autoridad. Finalmente, ofrecemos algunas observaciones sobre los apóstoles de hoy:

1. Existe un anhelo de ser reconocido como "apóstol" y hay una cantidad de nuevos apóstoles.

Si consideramos que solo había una docena en los primeros días – y la mayoría murió en pocas décadas – parece haber un número desproporcionado en nuestros días y va en aumento rápidamente. Uno de los puntos de Pablo en 1 Corintios 9 o en 2 Corintios 10-12 es que el apostolado es por definición un don muy poco común, y que el don verdadero es poco deseable.

2. "Apóstol" se define hoy en términos de autoridad y control, tanto como un obispo.

¿De dónde vino el concepto de tener un obispo, es decir, un pastor de un área metropolitana quien tiene control sobre las iglesias en su región? 
Es difícil probar el concepto con base en la Biblia. Sin embargo, el concepto es sumamente claro en las cartas de un padre de la iglesia primitiva, Ignacio de Antioquía (107 d. C.). Afirmó la doctrina de que estar en conformidad con el obispo es la manera de alcanzar una iglesia santificada: "…para que estando perfectamente unidos en una sumisión, sometiéndoos a vuestro obispo y presbítero, podáis ser santificados en todas las cosas." (Ignacio, A los Efesios 2).
Esto fue un paso hacia el sistema romano; por eso, un título del papa es "Sucesor de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles." El concepto no-católico de "cobertura", de que cada pastor debe trabajar bajo la autoridad de un apóstol, es paralelo a la obediencia de las iglesias al obispo.

La enseñanza apostólica en la Biblia nos indica que el gobierno de las iglesias quedó en manos de colegios de ancianos o presbíteros o "vigilantes" o "líderes" (mal traducido como "obispo" en algunas versiones; vea el caso de Éfeso, Hechos 20:17, 28; 1Timoteo 3:1-2; de Creta, Tito 1:5). En los pasajes claves donde se describe su puesto, lo valioso es ser una persona santa (¡especialmente en su vida financiera!) y de buena doctrina (vea Hechos 20:17-35; 1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-4).

Frank Viola, en su escrito "La Dramática Falta de Atención que Se Da al Liderazgo en el Nuevo Testamento" nos dice: Si somos lectores cuidadosos de la Escritura, descubriremos que las cartas de Pablo hacen mucho ruido con respecto a la importancia de la vida ejemplar y no muestran interés en la posición titular o formal. Por ejemplo, cada vez que Pablo escribía a una iglesia (poniendo aparte a las epístolas Pastorales, ya que son cartas personales escritas a los colaboradores apostólicos de Pablo), siempre se dirigía a la iglesia misma en vez de a sus líderes (Rom. 1:7; 1 Cor. 1:1-2: 2 Cor. 1:1; Gál. 1:1-2; Efe. 1:1; Fil. 1:1; Col. 1:1-2; 1 Tes. 1:1; 2 Tes. 1:1). Esta tendencia es notable en el libro de los Hebreos, donde el escritor, hacia el final de la carta, de pronto dice a los santos que saluden de su parte a sus líderes (Heb. 13:24).

3. Algunos apóstoles de hoy aparentan impartir nuevas enseñanzas.

Cierto que muchos "neo-apóstoles" rechazan esta tendencia. Sin embargo, en otros casos particulares parece que inventan nuevas doctrinas, cambian o aumentan nuestras doctrinas, especialmente en cuanto a la naturaleza de la guerra espiritual, espíritus regionales, la segunda venida de Cristo, o la manera de discipular a la iglesia. En particular, unos descubrieron doctrinas del Antiguo Testamento y las introdujeron en el Nuevo Pacto. En términos pragmáticos, la revelación de una doctrina enterrada es igual a promulgar una doctrina nueva.

4. El apostolado moderno no tiene el vínculo bíblico fuerte con el sufrimiento físico.

Los auténticos apóstoles sufren, y punto. Sí, los apóstoles de hoy se quejan de que son perseguidos por quienes cuestionan su don; no se trata de persecución, sino del discernimiento que el Señor siempre nos exige: "no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios" (1 Juan 4:1).

El apóstol Pablo sufrió de una manera casi increíble y lo mencionó como una prueba de su apostolado. Sin embargo, también habló de cosas cotidianas (1 Tesalonicenses 2:8-9). Pablo no nos habla de estar agotado por asistir a conferencias, sino por trabajar con sus propias manos, de noche y de día.
La gente se burlaba de él por no tener trajes caros ni una postura autoritaria. Él nunca respondió que "trabajo duro y creo que el Señor quiere que yo tenga buenas cositas." No se quedó en las suites presidenciales para tener privacidad.

Todo el mundo conoce la tendencia moderna de buscar nuevos títulos para colocarse por encima de los demás. Algunos de estos apóstoles disponen de doctorados no reconocidos por ninguna autoridad, certificados que pregonan la importancia del individuo. Por supuesto, algunos apóstoles nuevos son siervos humildes del Señor. Sin embargo, los apóstoles por lo general han llegado a merecer rápidamente una reputación de ser "superapóstoles" (2 Corintios 11:5).
Entonces, retamos a cualquier neo-apóstol que lea esto a que renuncie su título; venda sus carros; se quite los anillos y se ponga ropa simple; visite a pie los barrios de su ciudad, solo, sin cámaras, sin gritos de victoria, solo compartiendo la Palabra, orando por los enfermos, alimentando a los hambrientos. Los retamos a asumir el título, Siervo de Dios, humildemente.

Conclusión

Entonces, de vuelta a nuestra iglesia, donde el pastor acababa de regresar con algo nuevo. Vendrán estos "apóstoles", hablando de sus visiones y hasta de versículos bíblicos que supuestamente prueban su autoridad sobre usted. Uno puede aprender mucho sobre un apóstol por lo que le pide a su gente. Si alguien pide su dinero u obediencia, usted tiene el derecho de rechazarlo. Cristo es quien merece obediencia y, aunque su iglesia necesite de su apoyo financiero, usted tiene el derecho de verificar que su dinero se esté utilizando sabiamente, sin enriquecer a un líder cuando hay personas en necesidad económica.
Usted, como miembro del real sacerdocio (1 Pedro 2:9) es por definición una de las personas ungidas del Señor. Tiene tanto el derecho como la responsabilidad de pedir prueba bíblica. Usted no tiene que soportar insinuaciones ni acusaciones de que es rebelde contra el plan divino, nuevamente revelado.
La frase "no toquéis al ungido del Señor" aplica tanto a su persona como a cualquier cristiano. Mientras tanto, es una buena idea recordar que vamos a alcanzar un punto de saturación. Una vez que cierto porcentaje del liderazgo de la iglesia reclame el título "apóstol", este perderá su peso e importancia. En ese momento, el sistema "apostólico" se colapsará y otro movimiento lo reemplazará. Hasta esa hora, actuemos con sabiduría y paciencia en la iglesia.


Fin del artículo.

Saludos y bendiciones,
Blog Predica la Palabra

domingo, 7 de febrero de 2010

¿Todo lo que dices recibes?

Tomado de http://www.riosdevida.com/contenido.php?id_contenido=118

La verdad sobre la confesión positiva
por Eliana Gilmartin

Desde hace más de una década ha venido infiltrándose entre la cristiandad evangélica la teoría, tal vez muy atractiva, pero del todo no-bíblica, acerca de la importancia sobrenatural de lo que pronunciamos con nuestros labios.

El peso propio que se le concede a la palabra llega hasta los extremos de creer que si digo "me muero de la jaqueca", en efecto moriré, y por tanto, si de verdad me duele la cabeza más bien deberé decir "no me duele nada", y entonces se me pasará la dolencia como por arte de magia...

Si quiero un auto rojo, deportivo y descapotable, escribo sus características en un papel y lo pego en un lugar visible, de modo de poder repetir lo que he escrito con cierta asiduidad, a fin de que, por la fuerza que tienen mis palabras, el Señor, solícito en escucharme, no tarde en responder a todas mis peticiones.

Es verdad que las Sagradas Escrituras hablan de la importancia de algunas cosas que se confiesan con los labios. Pero, curiosamente, eso que se debe confesar es el señorío de Jesucristo, y su obra redentora en favor nuestro: Romanos 10:9, 1ª Reyes 8:35, 2ª Crónicas 6:24, Mateo 10:32, Lucas 12:8, etc., y otra clase de confesión, netamente bíblica, como es la de los pecados, para salvación: Levítico 5:5, 1ªJuan 1:9, Nehemías 9:2, Salmos 32:5, Mateo 3:6, etc.

Sin embargo, lo que realmente esta tendencia viene a tratar de imponer, es la creencia o la confianza en la palabra, como valor absoluto: esto quiere decir que lo que digo tiene poder en sí mismo, independientemente de la voluntad divina al respecto. Es más, lo que pronuncio con mis labios de alguna manera pone en funcionamiento la voluntad de Dios, llegando entonces al abismo ilógico de creer que el Señor depende de mí, y no yo de Él, como cualquier pensamiento racional haría suponer. Frente a semejante contradicción, o nos detenemos o saltamos: no hay término medio.

Esta seudo-doctrina presentada por sus defensores como un gran hallazgo de hombres de Dios iluminados por una nueva revelación, no es por cierto nada nuevo. Al fin, deberíamos creer que no hay nada nuevo debajo del sol...

En efecto, está tomada de cosmovisiones tan antiguas como el hombre mismo: el valor mágico de las palabras proviene de creencias esotéricas, orientales, más cercanas a brujos y chamanes que a ideales bíblicos. Y más cercano en el tiempo, vuelve a ser considerada y adoptada por la Nueva Era que, como todos sabemos, no es una religión o una secta, sino una corriente de pensamiento que invade e infiltra todos los estratos sociales, todos los niveles culturales, todas las disciplinas. La Nueva Era aconseja: acéptate y sé feliz. Y si hay algo que te "desarmoniza", desconócelo y repite que todo está bien, hasta que realmente creas que está bien...

Sucede que, aunque no podamos encontrar nada semejante en la Biblia, esto funciona: acaricia la carne, alimenta el ego, nos convence de que somos los mejores y de que nada puede pararnos...¿O no somos hijos del Poderoso? Mientras tanto, la cruz, el negarse a sí mismos, el ver nuestras justicias como trapo de inmundicia, el ser barro en manos de un alfarero...todo esto, y mucho más, queda arrumbado en el último rincón del desván de nuestra alma...¿Quién quiere ser un perdedor?

La confesión positiva nos anima a desconocer cualquier cosa que no nos agrade o que nos duela: si estoy en la ruina, no debo decirlo, porque mi Dios es el dueño de todas las riquezas. Si estoy enfermo, tampoco debo decirlo, porque por sus llagas fuimos nosotros curados... En cambio, sólo debo pronunciar lo que quiero en mi corazón, y sólo porque lo diga, entonces se cumplirá. Así y todo, tampoco debo suplicar o pedir por favor: únicamente ordenar, y entonces todas las huestes angélicas se pondrán en movimiento sólo por el poder de mis palabras...

En la misma vía de razonamiento, tampoco habrá que temer nada, por aquello de que "...el temor que me espantaba me ha venido y me ha acontecido lo que yo temía." (Job 3:25) Los que así creen no advierten que esta no es la verdadera interpretación de este pasaje. La declaración de Job no hace referencia a una cuestión de causa-efecto: porque lo temí, entonces me sobrevino. Solamente es una afirmación, carente de toda otra segunda acepción: le sobrevino, lo que temía. El por qué es algo sobre lo que Job no se expide.

Así las cosas, el cristiano se ve de golpe convertido en un superhombre, que de tener fe, todo lo puede: ¿Podrá también torcer la voluntad de Dios?

Esta nueva ola de interpretación, entonces, vulnera por lo menos dos nociones fundamentales en el ideario cristiano: la fe y la soberanía de Dios.

En cuanto a la fe, puntualizaremos algunas cuestiones acerca de sus características fundamentales. El libro de Romanos es verdaderamente una enciclopedia de la fe. En él se nos aclara que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17). Para empezar, entonces, podemos afirmar que la fe no es un disparo al aire, sino que responde a una palabra de Dios. Se debe tener fe en lo que Dios nos dice, jamás sólo en lo que se nos ocurre. Puedo decirle a ese monte que se eche en el mar, pero si Dios no me ha dicho que lo haría, en vano hablaré, gritaré o proclamaré...Puedo declarar con mis labios que algún paralítico ande, pero si no lo ha determinado así el Señor, solamente conseguiré destruir una vida...

Revisemos la vida del padre de la fe, Abraham: cuando el todavía Abram sale de su tierra. ¿Lo hace sólo porque se le antoja? Mas bien fue por fe, pero su fe estaba fundamentada en lo que Dios le había hablado. Era tal vez una locura, era casi algo irracional, pero Dios lo había dicho. Y sobre eso ejercía fe.(Génesis 12 y sgtes.)

Cuando Noé sube al arca, y antes, cuando la construye (Génesis 6 y sgtes.) ¿No estaba respondiendo a una palabra de Dios?

¿Qué decir de Moisés, Gedeón, Sansón, David y otros grandes héroes que engalanan la galería de Hebreos 11?

No es mi fe la que pone en movimiento la maquinaria divina, sino a la inversa: la palabra de Dios, emitida de acuerdo con su soberana voluntad, pone en funcionamiento la fe, la cual es también un don de Dios. (Efesios 2:8, 1ª Corintios 12:9)

Si el Señor, pues, te dice que te dará un auto rojo deportivo y descapotable, ten fe, aunque parezca una locura...Si, por el contrario, El nada te ha dicho, quizás la locura sea pretender obtenerlo.

De la mano de una fe bien entendida, camina la soberanía de Dios. Ella implica que Dios, y sólo El, es absoluto, dueño de todo. El motor inmóvil de la filosofía, la causa eficiente, el acto puro. Todo es por El y para El, y nada sucede si el Señor no lo ha previsto. El es, efectivamente, el Señor, amo absoluto, no un vasallo de los caprichos, necesidades u ocurrencias humanas. El hace el día bueno y el malo, El nos da bonanza o nos somete a la adversidad, El nos enriquece o nos empobrece, nos lleva o nos trae, nos pone o nos saca, nos da o nos quita...¿Quién se atreverá a decirle qué haces?

Leamos atentamente algunos textos: Eclesiastés 7:14, Isaías 45: 9-9-12, Deuteronomio 4:39, 1ª Crónicas 29:12, Job 9:12, Salmos 29:10, 135:6, Daniel 4:35, 2º Reyes 19:28, Romanos 9:19, etc.

En todos ellos, y en muchos otros que podríamos citar, se aclara meridianamente que por sobre lo que creemos, o pretendemos creer, está Dios, sentado en su trono, decidiendo lo que es bueno o no para sus hijos.

Los cristianos no somos, ni fuimos llamados a ser, super-héroes. Por la cruz fuimos salvados, y con ella misma en los hombros debemos caminar por donde anduvo el Señor...

¿Desear cosas? ¿Anhelar cosas? ¿Esperar cosas? ¿Orar por ellas? Esta muy bien, ¿A quién otro podríamos recurrir? Pero nunca creer que nuestra palabra o nuestro poder puede realmente traer a la realidad lo que deseamos, como, pasmosamente, se nos enseña en La cuarta dimensión, de Yonggi Cho.

Podemos proclamar lo que deseamos, pero sólo como una manera de alimentar nuestra fe, nunca con la ilusión oculta de que nuestras órdenes sean justamente eso para Dios.

La única confesión verdaderamente positiva que conozco es aquella de reconocimiento a Dios por sobre todas las cosas: El lo es todo, en todo. Si vivimos de acuerdo con esta premisa puede ser que todo en nuestra vida cambie. Ya no seremos los nuevos adalides contemporáneos, pero estaremos más cerca del Siervo, el que descendió a la condición humana, el que lavó los pies de sus discípulos, el que fue a la cruz para rescatarnos...

Porque, debemos comprenderlo, Dios no comparte su gloria con nadie.

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Saludos y bendiciones,
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